Tuesday, October 17, 2006

OTRA OPORTUNIDAD
Martín Sánchez Sierra

Hoy me he levantado y he echado un vistazo a mi alrededor: el sol, apenas si brillaba en la inmensidad del cielo; todo era gris, se respiraba un ambiente lúgubre; el viento balbuceaba al pasar por los árboles como si sollozara lamentándose de algo; las calles, vacías se encontraban, y solo el golpeteo de la rueda en la cantera, anunciaba el lento andar de la carreta, como si temiera llegar al destino que el tiempo le había marcado... y empiezo a reflexionar.
Pasan las horas y todo sigue igual; ahora el viento ha incrementado su vuelo lastimero; el sollozo se ha convertido en llanto del cielo; el sol en el ocaso implora una nueva oportuni­dad que se le niega y poco a poco desaparece; la carreta sigue su lento andar para encontrarse con su destino; el golpeteo en la cantera se confunde con las lágrimas del cielo... y sigo refle­xionando.
Pocas luces se miran en el cielo, pareciera como si temieran salir de su escondite para despedirle, y su brillo es fugaz; desaparecen continuamente; los árboles se pierden en la espesa bruma y solo se distinguen cuando se inclinan al golpe del vien­to para decirle adiós; el viento con fuerza implora y ruge con furia pero es inútil, nadie lo oye; y el golpeteo de la rueda continúa su lento sonar en la cantera... y sigo reflexionando.
Al tiempo, miro el reloj; son casi las 12 y me queda poco para reflexionar; él se lleva en su equipaje mis ilusiones, mis amores, mis desvelos, mis licores, mis sueños que nunca ví convertidos en realidad; ese abrazo y ese beso que nunca dí; el atardecer que nunca comprendí; el vuelo de la gaviota que siempre me pareció inútil; la palabra amable y amiga que nunca dije por temor a que se me malinterpretara; el canto profundo de mi garganta que nunca salió por que estaba demasiado ocupado para alabarte; el hombro que nunca ofrecí para que sobre él se descargaran las penas; la oración que no recé por divertirme entre lu­ces de neón... y el viento sigue rugiendo, ahora, con demasiada potencia, con una extraña fuerza. Como apresurando las cosas y así evitarme el cansancio de la espera; el cielo se ha tornado de un negro luctuoso, como anunciando el fin; a lo lejos, empieza a perderse el lento sonar de la carreta sobre la cantera; ha llegado al final del camino; por fin se ha encontrado con el destino; las campanas empiezan de pronto a sonar; el viento de súbito se ha callado y el cielo em­pieza a vestirse de luces por doquier; en la calle, el repiqueteo sobre la cantera empieza a incrementarse, y de la nada, la muchedumbre aparece. Miro a mi alrededor; todo se mueve incesantemente; me has dado otra oportunidad.
El cansancio me vence y con esa idea me duermo; sé que habrá un nuevo amanecer; ya lo he sentido y mientras el ruido desaparece con las primeras horas del día, sigo pensando en mi sueño... me has dado otra oportunidad.

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